Griego antiguo: por qué un idioma muerto es más útil hoy que estudiar robótica

 

JOSÉ MARÍA ROBLES, EL MUNDO
«En un mundo cada vez más deshumanizado, los clásicos ofrecen la única clave de lo humano»

· ‘La lengua de los dioses’ se publica en España tras vender 150.000 ejemplares en Italia
· Universidades como Harvard o Berkeley dedican programas de verano a los textos de Homero

«La primera reacción de cualquier alumno de instituto ante un texto griego oscila entre el terror y el miedo, hasta incluso el pánico». Andrea Marcolongo hace tiempo que dejó de traducir La odisea en clase, pero recuerda la sensación paralizante de enfrentarse a aquellos pasajes escritos en un alfabeto extraño. Y también el vértigo de asomarse a la Historia cuando se es menor de edad. «El griego lleva muerto más de 1.000 años y todavía sigue suscitando un miedo pavoroso en quien se acerca a él. Hasta tal punto que he llegado a pensar que el terror es una conditio sine qua non para su estudio», bromea.

Marcolongo (Milán, 1987) se ha convertido en uno de los fenómenos editoriales de la temporada en Italia después de vender 150.000 ejemplares de La lengua de los dioses. Nueve razones para amar el griego (Taurus). En el libro, que es más una colección de apuntes personales que un manual, la autora repasa el origen del idioma de nuestros tatarabuelos, sus singularidades, su evolución, su impacto en la cultura universal y su importancia como vehículo de pensamiento. Todo ello procurando no intimidar y sí hacer pensar. «He querido bajar el griego del pedestal y hacer ver que es accesible para cualquiera, no sólo para una élite», resume la helenista durante su estancia promocional en Madrid.

Quien vea el griego antiguo como una simple moda o una rareza debe saber que el idioma conserva intacto su prestigio intelectual, como corrobora la aparición de neologismos como xenofobia, nostalgia o televisión. Por no hablar de que algunas de las universidades más prestigiosas del mundo anglosajón (Harvard, Berkeley, CUNY) lo incluyen en su plan de estudios, y no como una polvorienta reliquia.

«Las razones para aprender griego antiguo son tan diversas como las personas que quieren aprenderlo», comenta Michael L. Konieczny, especialista en Lenguas Clásicas y Literatura en Harvard. A su juicio, que el griego sea un idioma valioso para alguien de Connecticut tiene que ver con «la continuidad» (al leer textos en griego antiguo participamos en una tradición de siglos y contribuimos a su transmisión a las generaciones futuras) y con «el conocimiento» (muchas personas se acercan a esos textos para entender cuestiones básicas sobre la condición humana: el amor, la muerte, la política, la guerra, la religión, etc.).

«¿Ha leído a Homero? Yo en griego, en West Point», le dice con suficiencia el coronel Gordon Tall (Nick Nolte) al capitán Staros (Elias Koteas) en la película La delgada línea roja. Antony Makrinos pertenece al departamento de Griego y Latín de la University College de Londres (UCL). También es el coordinador del campus de verano dedicado a Homero. No le extraña en absoluto que estudiantes de habla inglesa encuentren «beneficioso» estudiar lo que se escribió en papiro o mármol en el lejano Peloponeso. «En un mundo cada vez más deshumanizado, los clásicos ofrecen la única clave de lo humano», razona el docente.

Y es que el éxito de La lengua de los dioses está en las ventas y, sobre todo, en el descubrimiento de que un idioma extinto, diferente del griego contemporáneo, vuelve a interesar en estos tiempos donde sólo parece haber sitio para lo práctico. Para lo supuestamente útil, que en realidad es una forma poco elegante de referirse a lo que se puede comprar o vender.

«La cultura está para formar, no para producir clientes o consumidores», se rebela contra esa visión mercantilista Marcolongo. «Estudiar griego prepara para la vida de tres formas. Primero, porque es difícil. Yo rechazo la tentación contemporánea de la facilidad. La vida no es fácil, para conseguir cualquier cosa hace falta esforzarse; segundo, porque requiere tiempo, lo que choca con nuestra obsesión por la velocidad, por querer preparar una tarta con un tutorial de dos minutos en YouTube; y tercero, porque nos ayuda a conocernos mejor».

El griego antiguo permite expresar conceptos o ideas que no existen en ningún idioma. Es el caso del número dual (aplicable a los ojos o los amantes), el género neutro (que hace referencia a las cosas sin alma) o el optativo, un modo verbal que se emplea para expresar deseo.

Son algunas de las curiosidades que han encontrado los lectores italianos de La lengua de los dioses, entre los que se cuentan amantes de la antigüedad clásica ya canosos y también imberbes post millennials matriculados en el Liceo Clásico (una de las cuatro ramas de la enseñanza secundaria local). ¿Qué puede llevar con 14 años a elegir el griego antiguo en vez de asignaturas como robótica, estrategia digital o idiomas con los que sí se comunican en la actualidad millones de personas?

Rosa Mariño, vicesecretaria de la Sociedad Española de Estudios Clásicos (SEEC) y profesora de griego en el IES Gregorio Marañón (Madrid), plantea esa misma cuestión a sus alumnos al principio de cada curso. «Como jóvenes humanistas que son ya, tienen intereses muy amplios y no entienden la pregunta», señala la docente a propósito de chavales que aspiran a convertirse en profesionales en áreas como Traducción e Interpretación, Historia, Arqueología, Filología, Periodismo, Derecho e incluso Criminología. Chavales que sienten curiosidad por cómo un término como hipócrita ha adquirido connotaciones negativas cuando en griego antiguo simplemente designaba al actor de teatro. Chavales que, sin embargo, se ven obligados a pelear por hacer valer su decisión en su propio entorno, donde sufren incomprensión.

«Compañeros que estudian matemáticas me dicen que las voy a necesitar en el futuro, pero el griego me hace pensar y me servirá para estudiar Traducción», admite Blanca Velasco. Alumna de Mariño de 17 años, subraya que lo griego sobrevive incluso en aspectos de la cultura popular: «Mucha gente no sabe que la imagen del fantasma con cadenas viene de allí».

Lo de las salidas profesionales parece importar poco en la Accademia Vivarium Novum. Situada a las afueras de Roma, es la impulsora de Athenaze, un método inductivo-contextual que propone enseñar griego a los niños de forma natural. Es decir, como si se tratase de una lengua tan viva como el inglés. Sin dar tanto la matraca con las reglas gramaticales y priorizando lo visual, a través de viñetas que cuentan la vida del entrañable campesino Diceópolis.

Athenaze se presentó en 2009. Cinco años después entraba en vigor la LOMCE en España. Hasta entonces, el Bachillerato de Humanidades contemplaba la obligación de cursar dos años de griego. Ahora es una troncal optativa en 1º y 2º. «En muchos centros públicos y privados ha desaparecido, amparándose en la autonomía pedagógica de la que gozan para fijar los planes de estudios (y no impartir esa materia es ahorrar en un profesorado que requiere además una fuerte especialización) o bajo el pretexto de que no hay suficiente demanda para formar grupo, cuando en algunos casos ni siquiera se ofrece en la matrícula y los alumnos tienen que cambiar de centro para seguir su vocación. Años de fuertes recortes en la educación pública han agravado aún más el problema», critica la profesora Mariño.

Marcolongo sostiene que estudiar griego imprime carácter en la forma de hablar, escribir y pensar. Que declinar (colocarle a un sustantivo o adjetivo el sufijo correspondiente a su función sintáctica) es más una cuestión existencial que lingüística. «En cierto modo, ir al Liceo Clásico es como ser el protagonista (sin saberlo) de las tragedias y comedias griegas: en ellas se guarda el sentido primitivo y feroz del hecho de estar en el mundo», afirma.

Seguramente el paseo lunar de Neil Armstrong no hubiera sido posible si en la NASA alguien no hubiera leído -o traducido- el mito de Ícaro.