Quantum

JAVIER SAMPEDRO, EL PAÍS

«Todas estas habilidades de las máquinas son producto de siglos y milenios de talento matemático humano, la acumulación de las creaciones asombrosas de cientos de generaciones de genios científicos, incluidos los que ahora mismo trabajan en San Petersburgo o en Silicon Valley. Los robots que nos deslumbran y nos asustan son un destilado de las mejores cortezas cerebrales de los últimos 10 milenios. (…)»

Una pregunta favorita de los críticos literarios es: ¿puede un personaje ser más inteligente que su creador? Vale, ya sé que, dados algunos creadores, la pregunta relevante sería la contraria: si lo puede ser menos. Pero la cuestión es interesante de todos modos. Si Sherlock Holmes fuera más listo que Arthur Conan Doyle, nos enfrentaríamos a un enigma filosófico: ¿de dónde salió la inteligencia de Holmes? ¿Qué clase de ciencia infusa pudo sembrar la pluma de un obtuso médico de Edimburgo para inventar al pensador más agudo del mundo?

Y una pregunta favorita de los economistas es: después de que las máquinas nos hayan ganado al ajedrez, al go y al póker, ¿qué será lo siguiente? Pues bien, hay una posibilidad muy real de que lo siguiente sea nada menos que la física cuántica: justo lo que los humanos no es ya que no podamos entender, sino que tenemos prohibido entender. Nos lo prohibió, en efecto, uno de los grandes físicos teóricos del siglo XX, Richard Feynman, que advirtió: si crees entender la física cuántica, es que no la entiendes en absoluto. Con sus partículas que son a la vez ondas y que pueden estar en dos sitios al mismo tiempo, con su principio de incertidumbre que nos impide conocer exactamente el estado de un sistema, y con su naturaleza antojadiza donde ni siquiera la nada está vacía, la física cuántica es genuinamente incomprensible para la mente humana.

Pero la prohibición de Feynman no tiene jurisdicción sobre las máquinas: ellas son muy libres de entender la física cuántica si así lo desean, y los últimos datos parecen indicar que lo desean, si me permiten la metáfora antropomórfica. La nueva estrella de la inteligencia artificial, el deep learning (aprendizaje profundo), se está utilizando con éxito para resolver problemas cuánticos que han resistido los mejores embates de la mente humana, e incluso para diseñar nuevos experimentos que no se nos habían ocurrido, es decir, para organizar el futuro de esa ciencia fundamental.

Todas estas habilidades de las máquinas son producto de siglos y milenios de talento matemático humano, la acumulación de las creaciones asombrosas de cientos de generaciones de genios científicos, incluidos los que ahora mismo trabajan en San Petersburgo o en Silicon Valley. Los robots que nos deslumbran y nos asustan son un destilado de las mejores cortezas cerebrales de los últimos 10 milenios. ¿Puede un personaje ser más inteligente que su creador? Es obvio que sí. Aceptemos eso y pasemos a la siguiente casilla.

http://elpais.com/elpais/2017/02/15/opinion/1487169732_966678.html